IES ‘Murillo’, Sevilla
Reconocer que se es efímero y poderlo decir
era la única forma humana de inmortalidad.
Emilio Lledó
El hombre es un animal que recuerda en exceso, aseguró Nietzsche (quien, paradójicamente, profetizara la desmesura del eterno retorno de lo idéntico). La memoria, si se agiganta, nos detiene en el pasado, disipándose el porvenir hasta reducirse a un simulacro de lo vivido. La hipertrofia del recuerdo conduce al entumeci¬miento, a una quietud que aproxima el alma a la estolidez de la piedra. La evocación fiel y precisa amenaza el libre desenvolvimiento del devenir. Pero si ese exceso de memoria parece resultar nocivo lo es asimismo su defecto. Mejor aproximarse al fiel (el mesótes aristotélico) que posibilita la virtud; porque el hombre se constituye de olvido, y de recuerdo; ambos en él se com¬plementan, negándose el primero si el segundo desaparece.
Primera Detención: ¿Qué opina usted acerca de esta afirmación?: “el hombre se constituye de olvido, y de recuerdo” ¿De qué modo se transmite esto en su poesía?
La facultad de almacenar información no sólo es humana. Cuanto existe, existe justamente, porque recuerda. El astro que, monótono, se sostiene (¿por qué?) en su órbita, las partículas imperceptibles que armoniosamente se ordenan en el cristal; todo parece someterse a un principio de estructuración asentado en la repetición. El zigoto porta ya, ínsito, toda la información oportuna para el desarrollo espacioso de unas estructuras innatas que, al desplegarse, formarán el animal adulto. La mor¬fogénesis humana se somete a un proceso similar. Es sorpren¬dente -y terrible- darse cuenta cómo en la naturaleza se dispersan principios organizativos, principios germinales (los spermata de Anaxágoras, los eîdos platónicos) que, a modo de moldes intangibles imponen orden y forma a la materia lábil. Con el paso de los siglos, el platonis¬mo no ha perdido un ápice de fascinación, tal vez haya aumentado; continúa siendo para nosotros un pensamiento dotado de una belleza seductora y, por ello, verdadera. En el Timeo, Platón nos refiere, magistral y misteriosamente, cómo la materia amorfa (chóra), -caótica, tumultuosa como la Tiamat babilónica- puede, sin embargo, lograr la forma que la alce hasta el ámbito de los seres organizados.
Segunda Detención: ¿De qué modo se expresan los “principios organizativos y principios germinales” en su producción literaria?
Los humanos nos encontramos trabados en la telaraña del devenir, en su eléctrica zona. El devenir está tejido de orden y desorden, de cosmos y caos. Avanzamos y retrocedemos. Cada paso que damos hacia una nueva forma organizativa se consigue desde la estructura lograda en el peldaño anterior, como consumación de lo ya alcanzado. Y en este temblor de ondas el hombre ('ser de un día') surge brevemente, y de inmediato, se pierde: obligado por esa proclividad suya a regresar a estadios previos, y por avanzar hacia un fin desconocido. Al cabo el resultado no difiere; cada momento del recorrido genera la totalidad del círculo, y el anillo acabará por cerrarse. Ouroboros: "El camino hacia arriba y el camino hacia abajo es el mismo camino".
Tercera Detención: ¿Puede usted identificar etapas en su desarrollo como “poeta”?
La conciencia, - que nos convierte en sujeto: 'uno mismo', y no otro-, se constituye en esa tensión dinámica entre el recuerdo y el olvido. Somos porque nos acordamos de/con lo que fuimos (así se cumple la máxima socrática del "conócete a ti mismo"), y seremos en tanto que hemos de olvidar lo que somos. La conciencia se constituye sobre la memoria, y es por ello que se hace cómplice tanto del pasado cuanto del porvenir (nos da a conocer la textura del tiempo, mostrándonos cómo lo nuevo emergió de lo pretérito). La temporalidad se convierte así en el telón de fondo de ese desenvol¬vimiento acumulativo. Si la memoria se evade, con ella se desvanecerá el tiempo. Tal vez, el infierno, de existir, sea el incesante proceso de rumiación de la experiencia vivida ("la memoria es la gran culpable en los infiernos", se lee en La vida de Milarepa), y el paraíso, por contra, el olvido. La conciencia: una irisación, un temblor de fuego que se apaga: "Soy un fue, y un será, y un es cansado".
Cuarta Detención: ¿Hasta qué punto el recuerdo (memoria) de hechos desagradables o tristes del pasado, han constituido un “infierno” para usted? ¿Qué rol ha jugado la Poesía en la superación de esa memoria negativa?
El Psicoanálisis nos ha hecho un poco resabiados, nos ha desvestido de inocencia, en cierta medida podemos afirmar que nos ha desterrado (otra vez más) del Edén. El Psicoanális¬is, ese saber para desconfiados, convierte al ser humano en marioneta movida por pulsiones tanáticas, por oscuras y dudosas fuerzas de intenciones inextricables que, desde el abismo del pasado, nos reclaman. (Regresar..., regresar: desnacer, rebobinar el film hasta plegarnos en la microscópica célula orgánica, en aquél ápice de ser del que partimos). Una y otra vez, merced a la memoria, desandamos el camino: el sexo que nos arrastra a su estado larvario, a la agónica dejación de cuanto somos (o soñamos ser), para poder ensayar la evocación amalgamada de lo que fuimos. Una y otra vez, el gozo in¬descifrable de la repetición ("la repetición es la única forma de permanencia que la naturaleza puede alcanzar" ). Volver hacia atrás nuestra mirada, remugar los instantes en que alcanzamos la felicidad (y que ahora nos devuelven su vaharada de dicha tibia: igual, pero distinta). Y de nuevo abandonarse al oleaje del incesante mar, con su voz magmática de sirenas dulcísimas. Los momentos perfectos, y los terribles; precipitarse a la humedad de unos labios, al agua fría -que abrasa- del manantial, la voz adentro de madre, el sudor rutilante de las mulas en las eras, el perfume anisado del hinojo en los dedos, la retama encendida, la honda arcilla aquella de la infancia después de la tormenta..., y naufragar, y orillarse en el confín de arena y sueño de esa turba donde se adormece la conciencia.
Ejercicio poético: Escriba un texto poético utilizando una o más de las siguientes ideas:
• Mis resabios.
• Esa inocencia.
• El destierro.
• Desandar el camino.
• Lo que fuimos.
• La repetición incesante.
• Volver hacia atrás la mirada.
• Los instantes en que alcanzamos la felicidad.
• Los momentos perfectos.
• Los momentos terribles.
• Cuando se adormece la conciencia.
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