sábado, 28 de febrero de 2009

LA POESÍA COMO GÉNERO.




A diferencia de la prosa, la poesía obedece a reglas fijas respecto a su producción, su estructura y su recepción. Es un modo de escritura y de composición que responde a muchas y diversas exigencias formales, estrechamente codificadas. Se identifica con su estructura verbal.

Los elementos constitutivos del texto narrativo (como la historia, el relato, la narración, el marco espacio-temporal, los personajes y la mediación de un narrador) no ayudan para nada en el análisis de la poesía. En efecto, el poema no es una narración, ni siquiera en poesía épica ya que no hay narrador. Su objetivo no consiste en contar sino en expresar, mediante determinados ritmos, imágenes, procedimientos, unos sentimientos íntimos, sensaciones inefables. De por sí, el poema es un objeto lírico. La fuerza del ritmo, susceptible de conmover y captar al lector (u oyente) así como lo sugestivo de las imágenes que intrigan por ser formas expresivas fuera de la comunicación verbal común, y que solicitan mucho nuestra imaginación, son dos aspectos fundamentales del poema.

Conviene pues comprender de qué forma el ritmo de tal o cual poema nos afecta, y saber lo que son capaces de sugerir esas imágenes. Es forzoso ser capaz de decir en qué consiste la impresión que nos deja un poema, justificar su influencia en nosotros.

El significado y el sabor de un texto resultan de una combinación de signos organizados en estructuras (semánticas, sintácticas, rítmicas, fónicas) y a veces de una disposición gráfica en la página. Una primera forma de aprehensión de un poema puede ser interesándose en la paginación. A veces, hace falta empezar, en efecto, en la disposición del texto en la página. No se trata de una presentación estrictamente exterior, sino de una estructura constitutiva del objeto literario que ha de orientar la lectura de él. En poesía, la forma significa siempre algo. Un poema es también un objeto visual constituido por el reparto del blanco y negro. Sin ello, nos resultaría difícil percibir el verso libre, la estrofa, etc.

Hacer el estudio de un poema supone por una parte el análisis de la versificación y, pues, la consideración de tres componentes mayores, estrictamente codificadas, y además una cuarta, que se induce al fin y al cabo de las primeras, pero no resulta tan codificada por la tradición. Se trata del número de sílabas, de la rima, de la cesura, y del acento.

La concepción dominante de la poesía es la de un arte de las combinaciones verbales, que afecta al significado de las palabras y privilegia sus estructuras, especialmente el ritmo. Crea así un objeto verbal, rítmico, fónico.

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