martes, 5 de abril de 2011

ADJETIVOS EN LA POESÍA.


“Y la tierra estaba desordenada y vacía,

y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo,

y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.”

Génesis 1:2

Encontré esta opinión de poeta en Internet:


“La poesía no es un estado de ánimo. Alguna vez le oí a Valdano decir aquello de “el fútbol es un estado de ánimo“. Lo sorprendente es que últimamente he oído cómo ampliaban la “sentencia” y metían en el paquete a la Poesía. La Poesía es un estado de ánimo, dicen, y yo me río. Cuando empecé a escribir, lo hacía por amor y competición, un pique que dicen, en definitiva, una tontería… Aquellos poemas eran (y son porque aún los guardo) una suerte de rimas y cacofonías varias que desprendían una amargura y una soledad tremenda. Quizás, esa poesía barata, de rima fácil y estúpida podría encuadrarse dentro de lo que llaman poesía del estado de ánimo; una poesía en la que destacaría por encima de todo el adjetivo, múltiple y carente de vida. Sin embargo, la Poesía no deja de ser un acto reflexivo -o debería, quién sabe- en la que finalmente poco puede quedar del estado de ánimo de su creación. Si por algo es importante, es por su subjetividad extrema y su capacidad de construcción. El resto viene sólo: la Poesía es un punto de vista, una mirada especial con la que el autor construye su propio mundo y lo cede al lector para que se apropie de él. Es quizás este razonamiento el que me lleve a pensar en una supremacía del sustantivo en la poesía; al fin y al cabo, los sustantivos, como portadores básicos de la idea, serían los ladrillos con los que construir el edificio.”


Un lector le responde así:


“Es imposible no estar de acuerdo con esto. Es decir, en técnica de poesía -estamos hablando de preferir sustantivos a adjetivos, aunque sea de una forma metafísica- es difícil sentar cátedra absoluta. Sin embargo, es evidente que tanto tú como yo estamos hartos de leer poemas llenos de adjetivos que, lejos de añadir algo al sustantivo al que acompañan, emborronan y ditraen la atención del espectador. Como dijo alguien -ya no me acuerdo muy bien de quién-, hay veces que lo bello o lo feo no pueden más que señalarse con el dedo y dejarle lo demás al que mira. Para nosotros, que nos parece que la poesía es, de una forma u otra, una forma de encontrarse con “lo absoluto” -póngasele el nombre que se quiera-, muchísimas veces no podremos hacer más que señalar lo que vemos. Muchas veces, y aquí hablo ya de mi experiencia escribiendo, ni siquiera sabría muy bien sustantivar lo que he visto detrás de mis poemas -o de los de otros-, así que mucho menos adjetivarlo. En ningún caso deberíamos convertir el adjetivo en un simple elemento esteticista: en la poesía nada es, o no debería serlo, superficial. Por tanto, aquí debería regir, siendo prácticos, un principio de utilidad y economía: si no añade nada, no lo uses. Si no sirve, no lo uses. Caso práctico: El Sur y la ceniza, de Pablo Moreno."


Vicente Huidobro, el insigne poeta chileno, fundador del “creacionismo”, apostrofa en su Arte Poética “el adjetivo, cuando no da vida, mata.” Leamos su texto:

ARTE POÉTICA.

Que el verso sea como una llave

Que abra mil puertas

Una hoja cae; algo pasa volando;

Cuanto miren los ojos creado sea,

Y el alma del oyente quede temblando.


Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo, cuando no da vida, mata,

Estamos en el ciclo de los nervios,

El músculo cuelga,

Como recuerdo, en los museos;

Mas no por eso tenemos fuerza:

El vigor verdadero Reside en la cabeza.


Por qué cantáis la rosa, ¡Oh, poetas!

Hacedla florecer en el poema;

Sólo para nosotros

Viven todas las cosas bajo el sol.


El Poeta es un pequeño Dios.


Y el adjetivo, cuando no da vida, mata. ¿Qué quiso decir Huidobro en esta frase?


Alguien del ciberespacio sostiene esta opinión:


“Según el poeta chileno Vicente Huidobro, el adjetivo, cuando no da vida, mata. Mucha gente cree que esta advertencia rige sólo para los poetas. No, también rige para todo aquel que escribe o habla y aspira a tener un acierto en su comunicación. Estoy oyendo, temprano en mis mañanas, a través de una radio donde escucho un programa antes y otro después de éste, un programa deportivo al cual presentan hablando del “maravilloso mundo de los deportes”. Pienso, que aquí el adjetivo maravilloso está impropiamente utilizado. En mi pequeño Diccionario de Sinónimos y Antónimos aparecen como sinónimos de maravilloso los adjetivos portentoso, prodigioso, milagroso, asombroso, pasmoso, extraordinario, sorprendente, fantástico, sobrenatural. Ninguno de estos adjetivos, ciertamente, puede aplicarse ni al deporte ni al atletismo, actividades donde sólo triunfan los bien entrenados y los muy disciplinados. Innecesario es decir aquí, pero lo digo, que además del entrenamiento y la disciplina hace falta ciertas condiciones innatas que, muy tempranamente, descubren en los atletas los buscadores de talentos. Claro, que aun así, en este mundo de los deportes y el atletismo puede haber sorpresas. Pero nada que podamos calificar como sobrenatural, o fantástico, o extraordinario.”


En una entrevista al escritor Fernando Sorrentino, la periodista le pregunta “¿Descartás mucho?” y él responde:


“Bueno..., uso bastante la tijera. Si el cuento empezó con dos mil quinientas palabras -la computadora te permite contarlas muy fácilmente-, la última versión suele ser de unas mil ochocientas. Elimino el exceso de adjetivos y de adverbios. Hay un dicho infinitamente citado, un verso de Vicente Huidobro: "El adjetivo, cuando no da vida, mata". Efectivamente. Si el adjetivo es trivial y no le da una connotación precisa al sustantivo, perjudica porque cansa. Entonces es preferible eliminarlo. Lo mismo con el exceso de adverbios. La mayoría de las veces están de más. Por otra parte, los adverbios terminados en "mente" dan una sensación de prosa rimada que molesta: en español hay muchas palabras que terminan en "ente". No sólo adverbios, sino también sustantivos y adjetivos: ingrediente, potente... Conclusión: hay que evitar el exceso de ese tipo de palabras.”


Carlos Fajardo, un estudioso de la Literatura, comenta sobre las vanguardias y Huidobro:


“Las vanguardias estéticas y poéticas que, según Octavio Paz, son hijas de la edad crítica moderna, hunden sus orígenes en el siglo XIX cuando la duda y el desencanto hacia los llamados “Metarrelatos” modernos son puestos en cuestión por el romanticismo contestatario. “La historia de la poesía moderna, escribe Paz, -al menos la mitad de esa historia- es la fascinación que han experimentado los poetas por las construcciones de la razón crítica” (1986: 65).”


… “Sustentadas en el “Gran relato” moderno de la emancipación y en la idea de libertad, las vanguardias estéticas, tanto europeas como latinoamericanas, entran en el proyecto universalista y unitario de Occidente, tratando de influir y transformar los cánones no sólo artísticos, sino socio-políticos de su época. De estos postulados resulta su entusiasmo y su vigor, la explosión con la cual se manifestaron. Así, la idea de progreso no era extraña a sus compromisos. El convertir a la máquina -para el Futurismo- en “símbolo universal y en un principio espiritual de signo trascendente en la realidad social histórica” (Subirats 1984: 46), proclama ya un estado de optimismo y seguridad hacia una cierta estética cartesiana que impone la máquina como expresión máxima del poder humano sobre la naturaleza y como instrumento emancipador.”


… “En Latinoamérica, Vicente Huidobro, impulsor del Creacionismo, fue quizá uno de los más polémicos y entusiastas vanguardistas. Su obra abrió múltiples posibilidades de escritura experimental y le debemos su cosmopolitismo y búsqueda de otras aventuras poéticas. El poeta como “pequeño Dios”, expresa ya una de las críticas más fuertes al determinismo cultural y promete un proyecto de creación de la subjetividad autónoma y subversiva. Gran asimilador de la poesía caligramática de Apollinaire y de las propuestas dadaístas, Huidobro asume el rito de la poesía contestataria como experimento y juego. Su poema Arte Poética, por ejemplo, es quizás la mejor muestra de la petición de un poeta con fuerza vanguardista.”




LA FLOR
Al higo de la higuera un picotero
le comió el corazón;
y ahora, sin querer, el higo negro
se parece a una flor.
En la higuera me haré, después de muerto,
un higo blanco, amor;
y tú serás curruca o benteveo,
o calandria o pinzón.
Y ha de llegar el día que en el huerto
me verás bajo el sol,
y picarás y picarás mi pecho,
hasta hacerme una flor.

José B. Pedroni
Los poetas de Florida, Buenos Aires, CEAL, 1968.





LLORAR A LÁGRIMA VIVA. Llorar a chorros. Llorar la
digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y
los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas
y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es
verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan
nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz,
con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de
frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando,
de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Oliverio Girondo
Espantapájaros, Buenos Aires, CEAL, 1991.



PAZ
Vamos hacia los árboles... el sueño
Se hará en nosotros por virtud celeste.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve.
Vamos hacia los árboles, el alma
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.

Alfonsina Storni
(1892- 1938). Poetisa argentina de origen suizo. Autora de El dulce daño (1918),
Irremediablemente (1919), Languidez (1925), Ocre (1925), Mundo de siete pozos (1934), Mascarilla y trébol (1938).



EL NEGRO MAR

La noche morada sueña
sobre el mar;
la voz de los pescadores
mojada en el mar;
sale la luna chorreando
del mar.
El negro mar.
Por entre la noche un son
desemboca en la bahía;
por entre la noche un son.
Los barcos lo ven pasar,
por entre la noche un son,
encendiendo el agua fría.
Por entre la noche un son,
por entre la noche un son,
por entre la noche un son. . .
El negro mar.
–Ay, mi mulata de oro fino,
ay, mi mulata
de oro y plata,
con su amapola y su azahar,
al pie del mar hambriento y masculino,
al pie del mar.

Nicolás Guillén,
Sóngoro cosongo y otros poemas, Madrid, Alianza, 1998.

(1902-1989). Poeta cubano. Máximo representante de la poesía negra o afroantillana, en su vertiente de denuncia social y política. Algunas de sus obras son Motivos de son (1930), Sóngoro cosongo (1931), West Indies Ltd. (1934), El son entero (1947), La paloma de vuelo popular (1958), El gran zoo (1967), El diario que a diario (1972) y Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1977).



MECIENDO

El mar sus millares de olas
mece, divino.
Oyendo a los mares amantes,
mezo a mi niño.
El viento errabundo en la noche
mece los trigos.
Oyendo a los vientos amantes,
mezo a mi niño.
Dios Padre sus miles de mundos
mece sin ruido.
Sintiendo su mano en la sombra
mezo a mi niño

Gabriela Mistral, Antología poética, Castalia, 1997.

Seudónimo de Lucila Godoy (1889-1957). Poetisa y educadora chilena. Los temas predilectos de su poesía fueron la maternidad, el amor, la comunicación con la naturaleza, la muerte como destino y la religiosidad. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945. Entre sus obras se destacan Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938), Poemas de las madres (1950) y Lagar (1954).



SONETO LXVII

La gran lluvia del sur cae sobre Isla Negra
como una sola gota transparente y pesada,
el mar abre sus hojas frías y la recibe,
la tierra aprende el húmedo destino de una copa.
Alma mía, dame en tus besos el agua
salobre de estos mares, la miel del territorio,
la fragancia mojada por mil labios del cielo,
la paciencia sagrada del mar en el invierno.
Algo nos llama, todas las puertas se abren solas,
relata el agua un largo rumor a las ventanas,
crece el cielo hacia abajo tocando las raíces,
y así teje y desteje su red celeste el día
con tiempo, sal, susurros, crecimientos, caminos,
una mujer, un hombre, y el invierno en la tierra.

Pablo Neruda
Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Cien sonetos de amor, Barcelona, Plaza y Janés, 1998.



ABROJOS - XLIV
Amo los pálidos rostros
y las brunas cabelleras,
los ojos lánguidos y húmedos
propicios a la tristeza,
y las espaldas de nieve,
en donde, oscuras y gruesas,
caen, sedosas,
las gordas trenzas,
y donde el amor platónico
huye, baja la cabeza,
mientras, temblando, se mira
la carne rosada y fresca.

Rubén Darío
seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento (1867-1916). Poeta nicaragüense. Fue el escritor en lengua castellana más influyente de su época al iniciar el modernismo en el continente americano. Entre sus obras se destacan Epístolas y poemas (1885), Azul (1888), Prosas profanas (1892), Los raros (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). Rubén Darío, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1971.

2 comentarios:

María dijo...

Hola, me parece excelente estos resúmenes sencillos pero bastante precisos para quienes como yo se inician en el arte poético, o al menos, eso intento. Gracias por compartir, estaré por acá más a menudao. Saludos desde Panamá.

David Marchant dijo...

Me sumo a los agradecimientos, estare atento a la nueva informacion que se comparta